Lamento pixelado: tras el código memético de la patria digital
Lamento pixelado: tras el código memético de la patria digital
Por: Manuel G. Avilés-Santiago, PhD.
En este ensayo hablaré un poco de la articulación de ese mundo que observo como miembro y objeto de estudio. Me he interesado en el internet y sus redes desde su génesis y desarrollo, sus actores y luchas –algunas ganadas, otras perdidas-, pero sobre todo, desde su relevancia como espacio para la articulación, circulación y consumo de identidades, movimientos y memorias digitales. Comenzaré con un acercamiento panorámico al génesis de la patria digital, inicio que se escribió en clave de escándalo, espectáculo y simulacro.
A pesar de que emigré a Estados Unidos en el 2006 nunca sentí que estaba ausente de mi Puerto Rico. Aunque las coordenadas geográficas me ubicaron en los áridos desiertos de Arizona, las redes sociales de comunicación me permitieron rebasar las 3,000 millas de distancia que me separaron de la isla. Fueron el correo electrónico, ICQ, MySpace y, más reciente, Facebook e Instagram, los que me permitieron mantener el vínculo estrecho con los amigos y familiares que dejé atrás. Con el pasar de los años creé junto a ellos lo que he denominado la patria digital: un terruño virtual configurado a base de fotos, vídeos, memes, hashtags, enlaces compartidos, películas recomendadas, check-ins y live-videos. Todo esto enmarcado en un capitalismo emocional producido, en su carácter más básico, en forma de un like, botón que, en mi opinión logra conferir sensaciones de complicidad. No es coincidencia que mi madre ya no me reclame únicamente besos y abrazos, sino que también exija uno que otro “me gusta” debajo de las fotos de sus orquídeas.
La génesis de la patria digital
Antes de que Zuleyka Rivera lograra la fama internacional tras ganar el certamen Miss Universo en el 2006, ya en Puerto Rico existía otra Zuleyka que había acaparado las primeras planas a mediados de los 90. A esta no se le conocían sus apellidos, pero sí se le habían configurado biografías y asignado reputaciones. Mejor conocida como “La Chica del Internet”, Zuleyka era una joven estudiante del Recinto Universitario de Mayagüez cuyo novio, en un acto de traición, difundió a través de un correo electrónico una imagen en la cual posaba desnuda.
La víctima de lo que hoy se conoce como revenge-porn fue entrevistada en el desaparecido programa de entretenimiento nocturno, No te duermas (Telemundo). En la intervención, resultó extraño escuchar su voz distorsionada y ver su rostro pixelado cuando ya su identidad había sido expuesta vergonzosamente en público -la imagen en cuestión circuló no sólo a través de los correos electrónicos sino que fue impresa y colgada en tablones de expresión a lo largo y ancho de Puerto Rico-. Había razón para la precaución innecesaria del programa: la historia fue desmentida y la entrevista era un montaje. Se confirmó que la foto difundida era de una modelo nudista natural de San Diego; Zuleyka nunca existió. Aun así, su “desafortunado” caso se configuró como un momento paradigmático en el desarrollo de la red en Puerto Rico. Desde un punto de vista mediático, a raíz de la circulación de la foto y su cobertura masiva, el Internet se posicionó como un ente poderoso capaz de destruir reputaciones y de configurar pseudo-celebridades.
De igual modo, se reconoce la emergencia de un medio que hasta el momento era una tecnología de comunicación no accesible al ciudadano promedio. Un año después del incidente, en el 1997, un estudio llevado a cabo por la agencia publicitaria Badillo Nazca Saatchi & Saatchi colocó a Puerto Rico como el país de mayor participación en la red en América Latina y el Caribe. Ya para el 1998, el número de personas nazndo la red había aumentado un 43% .
A partir de ese momento, se comenzó a construir una patria digital levantada sobre servidores locales que fueron estratégicamente mercadeados desde la iconografía nacional. Tales fueron los casos de proveedores de servicio como Coqui.net y Caribe.net, que lograron imponerse ante gigantes corporativos norteamericanos como America Online, Prodigy y CompuServe. En menos de una década, la gran mayoría de las compañías y marcas locales tenían presencia en las redes. Para el 2004, el sector público hace su primer esfuerzo por incluirse en el ciberespacio cuando la gobernadora Sila María Calderón firma la Ley de Gobierno Electrónico con el objetivo de ofrecer servicios públicos a través del internet. A trece años desde su creación, la ciberdemocracia del Gobierno.pr sigue under-construction, pero ya hace mucho que los “neticianos” boricuas colonizaron el ciberespacio.
Fue con el desarrollo paulatino de la infraestructura de la red, la producción de alfabestismo digital, la convergencia de medios y la llegada del smartphone que la Internet se posicionó como un poderoso medio productor identidades, y mecanismo de organización y visibilidad para múltiples movimientos sociales.
“Desde un punto de vista mediático, a raíz de la circulación de la foto y su cobertura masiva, el Internet se posicionó como un ente poderoso capaz de destruir reputaciones y de configurar pseudo-celebridades”.
Identidades excéntricas
Desde sus inicios, la red fungió como plataforma de auto-representación. En su forma más rústica, los denominados personal web pages sirvieron como espacio predilecto para la construcción de perfiles personales solo para quienes manejaban el código HTML. Sin embargo, los avances tecnológicos y el nuevo acceso permitió que en menos de una década la gran mayoría de los puertorriqueños pudieran configurar su presencia en la Internet. Es ahí donde las redes sociales, en particular MySpace y Facebook, se convirtieron en las plataformas predilectas para la articulación de identidades.
No obstante, las identidades producidas en la red están sumidas a un constante proceso de edición y reinvención que se da desde la redacción de un status en Facebook o la nostalgia vintage conferida por filtro de Instagram. Omar Rincón apunta a que en su afán por ser popular en la red “el ciudadano común se apropia de la pantalla de su laptop o de su celular sin pre-condiciones estéticas, ideológicas o narrativas”. Esto responde a “esa necesidad social de crear imágenes de nosotros mismos, inventar memoria de nuestra historia y buscar metáforas imaginativas sobre lo que queremos ser” (Rincón 2008). Son ellos tal cual son, estrellas de su comunidad. Repasemos el anuario de algunas de esas estrellas que ha producido nuestra patria digital y han utilizado el internet para visibilizar ciertas idiosincrasias culturales.
“Las identidades producidas en la red están sumidas a un constante proceso de edición y reinvención que se da desde la redacción de un status en Facebook o la nostalgia vintage conferida por filtro de Instagram.”
La Vampy
Uno de los casos más notorios es el de Dagmar Flores Henríquez, mejor conocida en el ciberespacio como La Vampy. Su re-interpretación criolla del video Wrecking Ball de Miley Cyrus estremeció las redes haciendo frente a sus críticos y al bullying cuando en su melodía les dice: “Ustedes me hacen fuerte”. La investigadora Jossianna Arroyo Martínez arguye que La Vampy no sólo hace suyos éxitos del cultura pop estadounidense, sino que desde su plataforma exhibicionista resiste la proliferación de cuerpos domesticados y dóciles, y la femineidad contenida.
Otras identidades virales como La Pauti, Natalia Lugo (Francheska) y Chente Ydrach han logrado acaparar las redes con representaciones paródicas de lo cotidiano articuladas desde el sarcasmo y la intertextualidad. Estos personajes incluso han logrado trascender a otras plataformas mediáticas tales como la radio y la televisión.
Polientretenimiento digital
En un ámbito de política pop, fuimos seducidos por la retórica visual propuesta por la candidatura de Alexandra Lúgaro, quien se introduce a la contienda electoral por la gobernación de Puerto Rico a través de Facebook. La investigadora Adriana Amado (2015) diría que Lúgaro es hija de la tecno-cultura pop: un estilo heredado de un énfasis en lo visual, el entretenimiento y el culto a la celebridad. Lúgaro se presenta en la red articulada desde una gramática de estética empresarial e industrializada que según la autora Yarimar Bonilla, “nos prometen que podemos dejar atrás la pava del jíbaro, y la tarjeta de cupones, para poder agarrar el maletín empresarial.”
Siguiendo el tema político-partidista, la patria digital vivió su periodo eleccionario más reciente desde la perspicacia y el humor de Rangely García, y su circuito de dibujos animados de sátira titulado De La Nada. García, logró articular una propuesta en donde muy hábilmente entrelaza el humor, la política y el comentario social.
Así también, se introduce la voz de Miranda, hija del candidato a la gobernación por el Partido Popular Democrático, David Bernier, logrando ofuscar nuestras miradas durante un intenso periodo electoral convirtiéndose en uno de los memes favoritos de las elecciones del 2016.
El meme en la patria digital es una forma de guiño cultural que según Pérez-Salazar, forma “espacios de afinidad” en relación con significados compartidos dentro de un grupo social o comunidad en específico y que quienes son ajenos a éstas, son incapaces de participar plenamente en la semiosis que tiene lugar a partir de su uso. En la patria digital, el sistema de códigos que se produce a partir de la memetización de los candidatos a la gobernacion, crea una comunidad de sentidos que solo adquiere significado en la patria digital como espacio de afinidad.
Pero de entre el entramado tecno-pop y a veces excéntrico de estas figuras virales y meméticas, surge también la voz de protesta virtual en donde convergen la patria online y la patria offline.
Movimientos sociales digitales
En la primera década del siglo 21, dos movimientos sociales utilizaron la red como plataforma de comunicación y organización de sus gestas activistas: el movimiento para la desmilitarización de la isla nena, Paz Para Vieques (2000), y la convocatoria a la marcha multitudinaria en contra del tranque presupuestario, Puerto Rico Grita (2006).
Ya a un nivel de gestión más sofisticado, en el 2012, las redes sociales de Facebook, YouTube e Instagram sirvieron para fraguar uno de los movimientos sociales más importantes y efectivos de la patria digital con la creación del Boicot a La Comay. El movimiento fue un modelo de protesta en línea que culminó con la cancelación del programa con mayor índice de audiencia en la isla, SuperXclusivo, animado por el personaje de La Comay. En este movimiento, la dimensión online converge con la dimensión offline y la entonces controversial figura de La Comay fue eclipsada de los medios de comunicación de Puerto Rico. La controversia surge a raíz de unos comentarios que hiciera la marioneta en torno al notorio asesinato de un publicista llamado José Enrique Gómez-Saladín, en donde sugería que el crimen sucede porque la victima se encontraba en una calle que a juicio de la marioneta era “un foco de homosexualismo, prostitución, y de cuanta cosa hay.” (Para un análisis exhaustivo de Boicot a La Comay, ver el artículo de No Puppet’s Land).
A través de mi etnografía virtual pude trazar un modelo de protesta en los medios sociales de Facebook, Twitter, Instagram y YouTube que consistió de seis etapas: informativa, viral, estructural, comunicación (tiva) directa, creativa y perpendicular.
En la etapa informativa circuló la información sobre el asesinato del publicista y la reacción de La Comay. En la etapa viral se produce y circula la respuesta de indignación pública ante los comentarios de La Comay con el slogan Todos Somos José Enrique. En la etapa estructural se crea la página oficial de Boicot a La Comay en la red social de Facebook, mientras en la etapa de comunicación directa las audiencias contactan a los auspiciadores del programa para solicitar que retiren su publicidad del mismo. En la etapa creativa se crean memes y videos con el fin capturar la atención y crear visibilidad a la causa, y por el último, en la etapa perpendicular convergen el mundo online y offline cuando se convoca a una protesta frente a las inmediaciones del canal televisivo. En menos de un mes, el programa fue sacado del aire para siempre.
En la línea de grandes hazañas, tan reciente como el mes de enero de 2017, miles de puertorriqueños fueron testigos de la excarcelación del preso político Oscar López Rivera, una lucha que nos resultó inmediata e íntima por dos razones. Primero, la memetización de la imagen de López Rivera lo hizo una causa cotidiana, accesible y altamente visual. Su caso es uno peculiar pues la memetización surge primero en la dimensión offline para insertarse, ya memetizado, en la dimensión online. Segundo, su excarcelación surge semanas después de que circulara en las redes sociales una petición en línea a través del portal oficial de la Casa Blanca en la cual se le pedía a Obama el indulto del ex preso político puertorriqueño. Esto, en conjunto con la dispersión viral del hashtag #freeoscarlopez llevó al movimiento social a convertirse en una marca.
El hashtag es uno de los recursos más utilizados en la patria digital. Más allá de su carácter funcional, facilitando búsquedas temáticas o conceptuales, el hashtag crea comunidades desde vínculos ideológicos, emocionales y afectivos. En Puerto Rico, el hashtag se ha distinguido por su carácter reactivo y su capacidad de producir temas de discusión en el mundo offline. El hashtag también genera importantes debates identitarios. Por ejemplo, el movimiento digital titulado #YoNoMeQuito es una premisa enunciativa que surge como una reacción al aumento exponencial de puertorriqueños que emigran a los Estados Unidos. Aunque para sus creadores, el movimiento Yo no me quito buscaba impulsar el desarrollo de Puerto Rico por medio de historias inspiradoras, la interpretación en las redes fue distinta.
El hashtag fue reapropiado por las usuarios y utilizado como tecnología de separación entre los puertorriqueños de la isla y los de las diásporas -los de aquí y los de allá-. En estas ecologías digitales, en el uso de #YoNoMeQuito se reducieron las historias de vida de aquellos que emigraron por razones diversas. #YoNoMeQuito redujo mi historia, me etiquetó como un quitao’ por haberme ido y como un acomplejao’ por haber reaccionado. Sin embargo, nunca vi mi partida como un quitarme, sino como un tránsito, o como diría Jorge Duany en Puerto Rican Nation on the Move, como una identidad en vaivén. Esos tránsitos que me llevaron de Aguada a San Juan, de San Juan a Austin, de Austin a Phoenix y de Phoenix de vuelta a San Juan.
“La configuración de este tipo de memoria no emerge únicamente de sujetos individuales ni de sus comunidades, sino que depende en gran medida de decisiones institucionales que responden a intereses políticos, económicos e ideológicos.”
Lamento pixelado: estudio de caso de Pulse
Eran las 5 de la madrugada del domingo 12 de junio de 2016, a una semana de mi último tránsito de regreso a San Juan para iniciar mi proyecto posdoctoral. Comenzaba el día con mi rutina matutina -el café en una mano y Facebook en la otra- cuando recibí un mensaje de mi amigo puertorriqueño George Arce: “Está pasando algo en una discoteca gay en Orlando. Es una situación de rehenes y parece hay algunos muertos y heridos. Hoy era Noche Latina”.
La preocupación fue inevitable. El ataque a una discoteca gay de Orlando me interpelaba desde muchas dimensiones identitarias: mi Disneyriqueñidad queer y latina adquirió un significado especial dentro del capital de valoraciones simbólicas y su vínculo con Puerto Rico. Orlando no era un significante vacío. No lo era para mi ni para el centenar de familiares, amigos y colegas que colgaban en los muros de sus respectivas redes la preocupación y desasosiego en torno lo que allí acontecía.
Casi siempre la memoria colectiva se produce como parte de un grupo o comunidad en donde se privilegian unas narrativas por encima de otras. La configuración de este tipo de memoria no emerge únicamente de sujetos individuales ni de sus comunidades, sino que depende en gran medida de decisiones institucionales que responden a intereses políticos, económicos e ideológicos.
Así lo demuestra la cobertura de cadenas noticiosas norteamericanas como CNN, MSNBC y Fox News sobre el ataque en Pulse. En su quehacer informativo, mientras reseñaban el suceso en registro de memoria colectiva, estos medios desdibujaban las historias de vida de las víctimas. En el discurso de la memoria que se configuró a partir de la cobertura se privilegiaron varias narrativas identitarias. Las víctimas de Pulse eran ante todo víctimas del terrorismo (discurso noticioso utilizado para conectar el ataque con el grupo terrorista ISIS); eran ciudadanos americanos (recurso narrativo utilizado para separarse del ‘otro’, de la barbarie); y eran clientes de un club nocturno (espacio juvenil de entretenimiento y ocio). No obstante, dentro de la jerarquía identitaria asignada por los media había poco espacio para mencionar que las víctimas eran también clientes de un club gay latino. Dentro de ese concepto sombrilla de lo latino se esconden las historias de vida de aquellos 23 puertorriqueños que fueron víctimas fatales del suceso.
Sin embargo, la etnografía virtual a un día del ataque en Pulse reflejaba otros registros de memoria digital. En las redes, los nombres, las anécdotas e historias de vida de las víctimas puertorriqueñas se reclamaban, se recordaban y se individualizaban. En un status de Facebook, el puertorriqueño Efraín Barradas dijo:
“Nunca conocí a Jean Carlos Méndez. Nunca lo vi. Hasta ese momento no sabía de su existencia. Pero desde entonces lo adopté como mi amigo porque necesitaba concretar mi dolor: necesitaba ponerle cara a todo lo que sentía. En el fondo el me adoptó a mi y así fue porque Jean Carlos, aunque vivió en Orlando era de mi pueblo. Su familia vivía cerca de la mía en Aguadilla. Por ello, Jean Carlos, se convirtió en el cara de mi dolor”.
Barradas hace una importante intervención en la memoria colectiva a través de Facebook invitando a particularizar la construcción de estas narrativas. Estas intervenciones emergen de lo cotidiano, pero entran de forma incisiva en el discurso público. La intervención digital de Barradas en la memoria fue una de las muchas que atestigüé. Estas memorias no solo marcaron los espacios digitales, sino los espacios físicos al recordar estas vidas con la marca de su puertorriqueñidad. Cuando los memoriales improvisados se levantaron en los predios de la masacre, la cruz genérica fue intervenida por la monoestrellada asi apartándose de la memoria colectiva y apostando a la memoria cultural e individual.
Sin embargo, a mi juicio, fue el ritmo de la danza puertorriqueña una de las intervenciones más poderosas de la red en la memorialización de las víctimas de Pulse. En la centésima undécima colación de grados de la Universidad de Puerto Rico (UPR), Recinto de Río Piedras, a tres días del suceso, el coro de la de la institución entonó la danza Mis amores, de Simón Madera, en tributo a las víctimas del atentado. Con más de 400 mil vistas, el video se dispersa de forma viral e irrumpe en las redes como una muestra de solidaridad articulada desde una plataforma de nacionalismo cultural -la danza puertorriqueña- e intervenida con un ícono de la lucha LGBT, la bandera arcoiris.
Cuando el meme irrumpe en el ciberespacio, inevitablemente circula en destiempo, se resignifica y propone nuevas lecturas al adherirse a nuevos contextos. Cada 12 de junio, Facebook y su algoritmo posmortem nos obligarán a recordar y repensar la masacre de Pulse a través de su aplicación On This Day o “Un día como hoy”.
Aunque críticos de las Web 2.0 ven el algoritmo como una apropiación de la labor del prosumidor que crea y distribuye estas manifestaciones digitales, en lo personal quisiera ver en el algoritmo una oportunidad de análisis crítico. Por ejemplo, ante la situación crítica que enfrenta la UPR, el video del coro cantándole a las víctimas de Pulse durante los actos de graduación se convierte en un oráculo memético. Ahora valdría la pena cuestionarnos a quién se le dice adiós. ¿A las víctimas de Pulse en recordación del aniversario del infortunio? ¿A los graduandos que con mucha probabilidad se irán y protagonizarán la nueva ola de migración puertorriqueña a los Estados Unidos? ¿O a una Universidad que se desangra ante el inminente recorte presupuestario de sobre 400 millones por parte del gobierno?
Cada una de estas interrogantes sin lugar a dudas constituyen uno de los muchos pixeles que se develan en sí mismos al darle zoom al algoritmo de memorias digitales que constituyen la patria digital y que merecen ser observadas con mucho más detalle.
Manuel Avilés-Santiago, PhD.
Profesor Auxiliar de Comunicación y Cultura en la Universidad Estatal de Arizona.